Uno, cuando viene de nuevas por aquí, casi se asusta cuando le atienden en un restaurante, bar o en cualquier comercio. Buenos días, qué tal está hoy, cómo le va -en su versión inglesa-… Y eso con el tendero de la esquina o con uno al que no conoces de nada. En la madre patria uno puede comprar el periódico sin necesidad de abrir la boca, a lo sumo un par de palabras murmuradas y ya está. En Estados Unidos no. Aquí uno se siente… ¿más querido? El problema es cuando la cantinela la escuchas ese día que estás un pelín peleado contra el mundo.

El saludo de despedida es igualmente afectuoso y a uno se le desea un buen día -o noche o tarde- en cuanto ha dejado la pasta sobre el mostrador.  Antes del adiós también ha podido entablarse una conversación sobre el más nimio de los acontecimientos. Y es que aquí lo de hablar con cualquiera y en cualquier sitio o situación es moneda común.

 Ninguno de mis profesores de inglés -españoles todos, por obra y gracia de las leyes españolas- me enseñó cómo afrontar una situación como las arriba descritas. Después de unas cuantas veces uno ya está preparado para sobrevivir en el supermercado de la esquina, incluso… a veces incluso es uno el que le hace la «pelota» al tendero. A bocajarro: jauaya tudey?

fotografía por pedrousa

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